CAPITULO 49 SENSIBILIDADES SOMATICAS: II DOLOR, CEFALEA Y SENSIBILIDAD TERMICA

El dolor  representa,   ante  todo,  un  mecanismo   protector del cuerpo, porque  no es una  sensibilidad  pura, sino más bien la respuesta   al daño  tisular  que  se genera  dentro   del  sistema nervioso. El dolor rápido se percibe 0,1 s después del estímulo, y el lento, 1 s o más después.  El dolor lento  suele asociarse  con un daño tisular  y puede  denominarse   como urente,  sordo  o crónico. Todos los receptores para el dolor son terminaciones nerviosas libres, cuyo número  y densidad  alcanza el máximo  en la piel,  el periostio,  las paredes  articulares, las superficies  articulares,  la  duramadre  y  sus  reflexiones   dentro   de  la  bóveda craneal .

•  Los estímulos  mecánicos  y térmicos  tienden  a producir   un dolor rápido.

•  Los estímulos químicos  suelen causar un dolor lento, pero no siempre. Algunas  de las sustancias  químicas  que  más veces producen  dolor son la bradicinina, la serotonina, la histamina, los  iones  potasio,  los  ácidos,  la  acetilcolina  y las  enzimas proteolíticas. Por otro lado, las prostaglandinas  y la sustancia P potencian la sensibilidad de los receptores  para el dolor, pero no los excitan de forma directa.

•  Los receptores  para el dolor se adaptan de forma muy lenta o nula.  A veces, la activación  de estos receptores  se va paulatinamente   elevando conforme   prosigue  el  estímulo   doloroso;  esto se denomina hiperalgesia.

Las     señales  de  dolor   rápido  desencadenadas    por  estímulos mecánicos  o térmicos   son transmitidas   por  las fibras A6  de los  nervios   periféricos    con   velocidades    de  6  a  30 mi s.   En cambio,  las señales  lentas  de dolor  de tipo  crónico se vehiculan a través  de las fibras  de tipo  C con  velocidades   de 0,5 a 2 m/ s. Cuando estos dos tipos  de fibras  entran   en la médula   espinal a través  de las raíces  dorsales,   se segregan,   de tal suerte que  las fibras A8 excitan fundamentalmente   las neuronas de la lámina del  asta dorsal  y las fibras  C establecen sinapsis  con neuronas de  la  sustancia  gelatinosa.    Estas  últimas  se  proyectan   en  la profundidad  de la sustancia gris y activan fundamentalmente neuronas de la lámina  V, pero  también de las láminas  VI y VII. Las  neuronas  que  reciben  aferencias   de  las  fibras  A8 (dolor rápido)  originan el fascículo  neoespinotalámico,  mientras que las  que  reciben  aferencias    de  las  fibras  C crean   el fascículo paleoespinotalámico.

El fascículo    neoespinotalámico   sirve para localizar  el dolor. La  vía paleoespinotalámica   es  la  más   antigua  de  las  dos  vías  del dolor,  en  un  sentido  filogenético y su   actividad puede impartir   una percepción desagradable del dolor. 

La importancia del área  somatosensitiva  I en la percepción del dolor  no está  totalmente clara;  si se extirpa por  completo esta  área,  no  desaparece  la  percepción     del  dolor,   aunque estas lesiones dificulten la capacidad para  interpretar  la calidad  del dolor  y determinar  su localización  precisa.

Existe una enorme variabilidad  en el grado de reacción  de las personas   a los  estímulos  dolorosos,   en  gran  medida  por  el mecanismo   que  suprime  el dolor   (analgesia) y que reside  en el sistema nervioso central. Este sistema de supresión del dolor consta de tres componentes  fundamentales:

•  La sustancia gris periacueductal del mesencéfalo  y la de la porción rostral  de la protuberancia   reciben  aferencias de las vías ascendentes  del dolor, además de proyecciones  descendentes desde el hipotálamo  y otras regiones del postencéfalo.

• El núcleo magno del rafe (serotonina)  y el núcleo paragigantocelular (noradrenalina)  del bulbo  reciben  aferencias  de la sustancia  gris periacueductal   y se proyectan  hacia neuronas del asta dorsal de la médula.

•   Las interneuronas encefalínicas del asta dorsal  reciben  aferencias   de  los  axones  descendentes   serotoninérgicos   del núcleo  magno   del  rafe,  que  entablan   contacto   sináptico directo  con las fibras aferentes del dolor, causando  una inhibición    presináptica    y  postsináptica   de   la  señal   de entrada.  Se cree que este efecto está mediado  por el bloqueo de los canales  del calcio en la membrana   de la terminación de la fibra sensitiva.

Las neuronas   de la sustancia  gris periacueductal  y del núcleo magno  del rafe (no las neuronas  noradrenérgicas   reticulares del bulbo)  poseen  receptores  opioides  en la superficie  de su membrana   que,  cuando  reciben  el estímulo   de  un  opiáceo administrado   por  vía  exógena  (analgésico)  o de  un  neurotransmisor   opioide  endógeno   (endorfinas  y encefalinas)  del cerebro,  activan  el circuito  de supresión   del dolor y reducen la percepción  de este.

Casi siempre,  el dolor  referido  se debe a señales  originadas en un  órgano  (víscera)   o en un  tejido  internos.  El mecanismo  no  se conoce  bien,  pero  se atribuye  a que las fibras de  dolor  visceral   entablan   sinapsis   con  neuronas    de  la médula que también   reciben  aferencias  de dolor  de regiones   cutáneas    aparentemente   no   relacionadas    con   esa estimulación    visceral

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La hiperalgesia es la  acentuación  de  la sensibilidad  a los estímulos dolorosos.  El umbral  para la activación  de los receptores         del  dolor   y  la  generación   subsiguiente   de  las señales dolorosas  disminuye  cuando  ocurre  un daño tisular local   o   se  liberan   localmente    determinadas    sustancias químicas

La infección  por virus de un ganglio raquídeo  o de un ganglio sensitivo  de  un  nervio  craneal  puede  producir   dolor segmentario   y  un  exantema   cutáneo   intenso   en  la  zona inervada  por  dicho  ganglio, lo que  se conoce  como  herpes zóster (culebrilla).

El encéfalo no es sensible,  por  sí mismo,  al dolor,  pero  la duramadre   y las vainas  de los nervios craneales  contienen  receptores  para el dolor que transmiten las señales que circulan  por los pares craneales  X y XII hasta entrar  en los niveles medulares  C-2 y C-3.     Si   se   dañan   las   estructuras    sornatosensitivas,     el paciente  experimenta   una  sensación  de hormigueo o acorchamiento.  Las excepciones,   son   los  tics   dolorosos   y  el  síndrome    de  dolor talámico.

La compresión de los senos venosos y el estiramiento de la duramadre o de los vasos sanguíneos y nervios craneales que atraviesan la duramadre produce la cefalea.  Cuando  se afectan las estructuras  situadas por  encima  de la tienda  del cerebelo,  el dolor se refiere a la porción  central  de la cabeza, mientras   que la lesión  de las estructuras  infratentoriales  causa cefaleas occipitales. La  inflamación   meníngea  ocasiona,   de  modo   característico,  un dolor en toda la cabeza.  De la misma manera,  si se         extrae  una  pequeña  cantidad  de líquido  cefalorraquídeo (incluso  20 ml) y el paciente  no  está tumbado,   la gravedad hace que el cerebro  se «hunda»,  lo que da lugar a un estiramiento   de  las meninges,  los vasos  sanguíneos  y los  pares craneales,  lo que  origina  una  cefalea difusa. Se cree  que la cefalea  que  sigue  a  una  borrachera   está  causada  por   la irritación  tóxica  directa  del alcohol  sobre  las meninges.  El estreñimiento  también  puede producir  cefalea por los efectos tóxicos  directos  de sustancias  metabólicas  circulantes  o por cambios circulatorios  asociados a las pérdidas intestinales  de líquido.

La tensión  emocional   puede  hacer  que  los músculos   de la cabeza,  sobre todo aquellos  que  se insertan  en el cuero  cabelludo y en el cuello, se tornen  espásticos  e irriten  los puntos de inserción. La irritación  de las estructuras nasales  y paranasales  de  la nariz,  extraordinariamente  sensibles,  explicarían  la cefalea sinusal.   La dificultad  para  el enfoque  ocular da lugar a una contracción  excesiva del músculo  ciliar y de los músculos  de la cara, en su esfuerzo por agudizar el foco sobre el objeto en cuestión.  Se produce  así un dolor ocular y facial que suele conocerse  como cefalea por esfuerzo ocular.

•  Los receptores para el dolor solo se estimulan  con el frío o el calor extremos y, en estos  casos,  se percibe una sensación  de dolor y no térmica.

•  Los receptores específicos para el calor todavía no se conocen, pero se ha propuesto  su existencia en los experimentos psicofísicos;  por el momento,  se consideran  meramente  terminaciones  nerviosas libres. Las señales de calor son transmitidas por fibras sensitivas de tipo C.

•  El receptor para el frío se ha reconocido  como una pequeña terminación nerviosa, cuyos extremos  sobresalen  en la cara basal         de las células basales de la epidermis.  Las señales de estos receptores   son  transmitidas   por  fibras sensitivas  de tipo A6. El número  de receptores  para  el frío es de 3 a 10 mayor que los del calor, y su densidad varía entre 15 y 25 por cm2  en los labios,  y entre 3 y 5 por  cm2  en los dedos de la mano.

Las temperaturas  inferiores  a 7 ºC  y las superiores   a 50 ºC activan  los receptores   para  el dolor;  estos  dos  extremos  se perciben           de  manera  análoga  como  un  dolor  intenso,  y no como frío o calor. La temperatura máxima  de activación  de los receptores   para  el frío se aproxima  a los 24 ºC,  y la del calor,  a unos  45 ºC.  Tanto  los receptores   para  el frío como para           el calor  se estimulan  con  temperaturas    situadas   en  el intervalo de 31 a 43 ºC.

los receptores  para  el frío y el calor responden  a la temperatura  estacionaria y a los cambios de temperatura. Así se explica por qué una temperatura exterior fría se «percibe» mucho  más fría al principio  si uno viene de un entorno  caliente. El mecanismo  estimulador  de los receptores  térmicos  está relacionado,  al parecer, con el cambio en el metabolismo de la fibra nerviosa inducido  por la variación de temperatura.  Se ha comprobado   que,  con  cada variación  de la temperatura  de 10 ºC,  la velocidad   de las reacciones  químicas   intracelulares experimenta  un cambio doble.

La densidad  de los receptores  térmicos  en la superficie de la piel  es bastante   pequeña,   por  lo que  las  variaciones   de temperatura,  si afligen solo a una pequeña  región, no se detectan con la misma  eficacia que aquellas que actúan  sobre una superficie amplia.  Si se estimula todo el cuerpo, pueden detectarse   cambios   térmicos   tan   pequeños   como   0,01  ºC.   Las señales térmicas son transmitidas   al sistema  nervioso  central en paralelo  con las  del dolor.

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